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marzo 02, 2012

La prepotencia de Iñaki y el omnímodo poder de toda monarquía

LA PREPOTENCIA DE IÑAKI Y EL OMNÍMODO PODER DE TODA MONARQUÍA. (En clave literaria)

Ningún otro presunto delincuente se presenta en el Juzgado con el desenfado que lo ha hecho Urdangarín, por supuesto que esto emana de ser yerno del rey, otros, incluso ministros, citados por corruptos, lo hicieron con las orejas gachas, básicamente avergonzados. El darse la circunstancia de pertenecer a la Familia Real tenía que haber sido motivo de sentir mayor tribulación. En general los reyes y sus familiares se crean indefectiblemente un complejo de superioridad no siendo, quizá, del todo culpables, porque se mueven en una esfera de adulación total y ello da el resultado que a la vista tenemos. La bajeza del cortesano, ya lo sea por pane lucrando, ya por excesivo obsequio, contribuye en gran medida a su engreimiento. A la inmensa mayoría se le podría decir: “Si no fueras, rey, princesa, etcétera, no serías nada o muy poca cosa”.

Un rey o familiar real, y empleo el artículo personal indeterminado (un), se cree totalmente superior a cualquier otra persona, y esto es visible que no es así. No es la sangre, azul o roja, la que otorga superioridad, sino los verdaderos valores. Ramiro de Maeztu dice que nadie es más que otro si no hace más que otro; bajo este punto de vista, el verdadero, un rey no es más que todo el mundo, aunque así se lo crea él y estultamente, por innúmeras personas, se dé por hecho. Por muy buen político que sea, máxime en nuestros días de monarquías en las que “el rey reina pero no gobierna”, no está por mucho que se suba, o le suban, al pináculo social en primera línea. Será el jefe del Estado, pero para ello no tiene que ser un hombre ilustre, irá a un panteón real, mas no a un panteón de hombres ilustres. No lo hay, por otra parte, para todos los hombres ilustres, en general están en cementerios como una persona de tantas.

Ha habido, sabido es, políticos ilustres, pero no se es por el mero hecho de ser político, Antonio Gala, apud “El imposible olvido”, dice: Aquel que pudiera hacer crecer dos espigas o dos briznas de hierba en una superficie donde antes sólo crecía una, merecía más gratitud de la humanidad y prestaba un servicio más esencial a su patria que toda la casta de políticos reunida. Esto es una verdad incontrovertible. Sin reyes y con políticos mediocres –no todos fueron ni son ni serán de la talla intelectual de –valga de paradigma- Emilio Castelar y Ripoll- se puede vivir, pero no sin científicos, ingenieros, médicos, humanistas, artistas, y demás ramas del saber y creación humana. Por encima de reyes y aristocracia –ésta ya perdió todos sus privilegios, no los reyes- está la aristocracia del talento como pone muy bien de relieve al empezar su crítica del drama de Hartzenbusch “Los amantes de Teruel”, Mariano de Larra (Fígaro), que paso a transcribir:

Venir a aumentar el número de los vivientes, ser un hombre más donde hay tantos hombres, oír decir de sí “es un tal Fulano”, es ser un árbol más en una alameda.

Pero pasar cinco o seis lustros oscuro y desconocido, y llegar una noche, entre otra, convocar a un pueblo, hacer tributaria su curiosidad, alzar una cortina, conmover el corazón, subyugar el juicio, hacerse aplaudir y aclamar, y oír la día siguiente de sí mismo, al pasar por una calle o por el Prado: “Aquel es el escritor de la comedia aplaudida”, eso es algo; es nacer; es devolver al autor de nuestros días, por un apellido oscuro, un nombre claro; es dar alcurnia a sus ascendientes en vez de recibirla de ellos; es sobreponerse al vulgo y decirle: “Me has creído tu inferior; sal de tu engaño; poseo tu secreto y el de tus sensaciones; domino tu aplauso y tu admiración; de hoy más no estará en tus manos despreciarme, medianía; calúmniame, aborréceme, si quieres, pero alaba.”


Y conseguir esto en veinticuatro horas y tener mañana un nombre, una posición, una carrera hecha en la sociedad, el que quizá no tenía ayer donde reclinar su cabeza, es algo, y prueba mucho en favor del poder del talento. Esta aristocracia es, por lo menos, tan buena como las demás, pues que tiene el lustre de las de la cuna, y vale dinero como la de la riqueza.


En esto último se equivoca Larra; el aristócrata de la cuna, incluso estando un tanto tronado, arruinado, siempre se creyó con más lustre, esplendor, gloria, que incluso un Premio Nobel, de Literatura, de Medicina, de lo que fuere, y, asimismo, la aristocracia de la riqueza, tanto más si es un advenedizo –aristocracia etimológicamente significa lo mejor de la clase-. Por herencia no está tan justificado, como plantea la anécdota de Prim al vencer la revolución de septiembre, la Gloriosa, que destronó a Isabel II: Victorioso de la batalla del puente de Alcolea, se le hace marqués de los Castillejos, con grandeza de España de primera clase. Entonces un noble le dijo: -Ya es usted igual a nosotros, general. –Nada de eso. Soy igual a los antepasados de ustedes, que ganaron los títulos que ahora ostentan sin más méritos que haberlos heredado, contestó. Pero el endiosamiento de los reyes cae de lleno en el ridículo, aunque ya no sostengan postulados del pasado, tal como lo de por la gracia de Dios, y otros. Bueno, lo por la gracia de Dios fue también caudillo el dictador Francisco Franco. No se han apeado de su excepcionalidad soñada, cuando lo evidente es que son personas corrientes y molientes. A veces más bien con bajo índice de cultura; recordemos, por ejemplo, a Alfonso XIII que fue por ello desdeñado por los intelectuales y la importancia que éstos tuvieron en su destronamiento. Él gustaba únicamente de lo militar, jugaba con los niños de la familia haciendo la instrucción, y como a todos los reyes le atraía la guerra. Ya dice el político Thomas Paine (1737-1809), gran luchador contra la monarquía y la corrupción, que todos los gobiernos monárquicos son militaristas. La guerra es su industria; el saqueo, sus objetivos. Mientras sigan existiendo tales gobiernos, la paz no estará segura un solo día. Como afortunadamente y por regla general hoy los reyes, según queda dicho, no gobiernan, no es tan frágil la paz.

Cuán grandemente distorsiona la corrupción, el robo de unos cuantos, y que, como he indicado en otro artículo, también estuvieron inmersos los reyes a lo largo de la Historia –bien dice Juan Balansó que nunca hubo un rey pobre-. En la citada novela de Antonio Gala lo deja plasmado de la forma siguiente:

Como el referente al uso del dinero, al mal uso, que “exige que gran cantidad de gente se vea forzada a buscar el sustento mendigando, robando, hurtando, engañando, alcahueteando, perjurando, adulando, sobornado, falsificando, peleando, mintiendo, halagando, fanfarroneando, votando, garabateando, fantaseando, envenenando, putañeando, difamando, practicando el libre pensamiento o entregada a otras ocupaciones semejantes
.

Todavía hay un rey como Mohamed VI, de mando que Europa resulta inconcebible; ha sido calificado de sátrapa por su gobernar despóticamente. Pero en general ha ido declinando el fuero de un monarca, se quedó en la historia, no sigue en la vida. Tenían que decidirlo todo. A este respecto cuenta Jaime Peñafiel, en su libro “El hombre que se acuesta con la reina”:

Pienso que todo ello es el resultado de su vida en la corte griega, una monarquía en la que el rey Pablo y, sobre toda, la reina Federica actuaban con tics un poco absolutistas. Todavía recuerdo que recien llegada a España, ya como princesa consorte de don Juan Carlos, yo le hice un reportaje en La Zarzuela. Mi sorpresa fue cuando me dijo que deseaba verlo antes de su publicación en ¡Hola!, revista en la que yo trabajaba. “No es costumbre, señora”, le aclaré muy respetuosamente. “En Grecia no se publicaba nunca nada sin que primero lo viéramos nosotros”, me respondió como la cosa más natural. ¡Cómo han cambiado las cosas, Majestad! O cómo las circunstancias familiares le han obligado a cambiar. Para bien, por supuesto.


Con todo, y como a la vista tenemos, no están erradicados los tics absolutistas. Ellos son así a nativitate y por ambiente, la adulación de que están rodeados.

El papanatismo y el monarquismo guardan concomitancia.

Visiblemente no hablan de una manera ecuánime personas que se consideran a sí mimos expertos en la actual monarquía española por haber publicado algún libro sobre la reina y/o el rey, y que lo son plus minusve, más o menos, pero pese a ello no dejan de emitir incoherencias por pretender recriminar la conducta de Urdangarín, dejando a salvo la de la infanta Cristina y la del rey. Una tendencia irrefrenable a disociar al rey, a la infanta y, en definitiva, a la monarquía, del “caso Babel” como si éste no fuera al fin y a la postre un caso en la Familia Real y que, por consiguiente, afecta directa y gravemente a la monarquía.

Pilar Urbano apunta que la declaración de Urdangarín resulta “poco creíble y, por tanto, decepcionante”. No es que sea poco creíble, sino evidentemente increíble. “Para esto, mejor que no hubiera venido”, le dijo el juez Castro. “Lo único que ha dejado claro es que la infanta (Cristina) no sabía nada”. Pues no señora, esto no lo ha dejado claro ni lo puede dejar el más pintado, otra cosa es que lo niegue como ha negado tantos otros hechos demostrados.

Para Pilar Eyre, “al fin y al cabo Urdangarín es un miembro colateral de la familia, otra cosa sería que los escándalos de corrupción tocaran al Jefe del Estado o a los príncipes herederos”. Todo está tan sucio que por mucho que se quiera defender…, se falla alguna vez. Y así llega a decir: “Si el rey sabía de las actividades de su yerno desde 2006 y le hizo salir de España en 2009, tres años sin tomar una decisión. Así eso me parece una maniobra bastante torpe, porque si sabía lo que estaba haciendo su yerno no entiendo que se limitara únicamente a enviarle al extranjero. Es un poco extraño”. Menos mal que en algo quiere abrir los ojos.

¿Qué pasará al matrimonio a partir de ahora?
De momento ha tenido Urdangarín la buena suerte de poder regresar a EE.UU., pues la abogada de Manos Limpias rectificó el pedir medidas cautelares, reconsiderando que no es ahora el momento procesal oportuno. Aparte de una fianza se le retiraría el pasaporte, como le pasó a Jaume Matas y no pudo volver a Washington donde también huyó.

¿Se aguantará Torres, pedirá declarar o se lo impondrá el juez? También se baraja un acuerdo entre los dos socios. Otra interrogante básica es si la infanta Cristina que formaba en la sociedad como secretaria y copropietaria y que, como es obvio, es el matrimonio, que no sólo él, el beneficiado del… “negocio” por el que se le sigue causa penal al marido, podrá continuar al margen como hasta el día de hoy. La Fiscalía sigue inhibiéndola y ahora sólo depende de la decisión del juez. ¿Se atreverá a imputarla?

Ante la mezcolanza de desvaríos y aciertos, tanto en las palabras como en los hechos, se mueve el tinglado, maraña como situación o asunto intrincado y de difícil salida. Se debe considerar que la verdad es lo que es, y sigue siendo verdad aunque se piense al revés (A. Machado), y que, antes o después, puede terminar imponiéndose. Se diga lo que se diga, el evento es triangular: Urdangarín, su esposa y el monarca. Mucho indigna la exclusión de Cristina de Borbón por ser hija del rey, es saltarse a la torera la Constitución. Jiménez Losantos, en “Las Mañanas de Federico”, ha expuesto:

Lo que más me fastidia no es que luego la indulten, han indultado a Barrionuevo, Vera y un montón de gente, porqué no van a indultar a la infanta Cristina. Si me apuran hasta a Urdangarín. El indulto, bueno, pero primero el juicio, primero que se aclaren las cosas, que se sepa qué ha sucedido con nuestro dinero, primero cuánto, luego cómo, después dónde y a continuación pues la pena. Que luego se la perdona, el Gobierno, me lo imagino, pero después, hasta en esto tiene que haber un mínimo de pulcritud.

Sí. Se parte burdamente de imponer la razón del poder, anular el poder de la razón. Y pues he citado a Antonio Machado y ahora menciono el término razón, en cuanto a verdad, recordemos estos versos suyos: ¿Tu verdad? No, la Verdad, / y ven conmigo a buscarla. / La tuya, guárdatela. Y al principio dijo el rey que Urdangarín tendría que defenderse como otro ciudadano cualquiera. ¡Ya quisiera cualquier otro español poder defenderse como él, como ha sido hasta aquí! Y no digamos su esposa que está resultando tabú como la Constitución hace al rey, concesión con la que aumentó su poder personal.

¿Va la monarquía a poder con todo o va todo a poder con la monarquía?

Por: MANUEL LÓPEZ PERALTA

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