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junio 01, 2012

LA LUCHA POR LA RECUPERACIÓN DE GIBRALTAR

Sitios de Gibraltar

Por tres veces durante el siglo XVIII se hizo un esfuerzo militar para la reconquista. El primer sitio es a las pocas semanas de la pérdida del Peñón. Fue al mando del marqués de Villadarias, capitán general de Andalucía, y con colaboración de fuerzas armadas francesas. Fracasada la acción, se levantó el cerco en abril de 1705 pero se mantuvo el bloqueo. El segundo sitio se verifica veintidós años después con la ayuda de Austria y dirigido por el conde de las Torres, pero la plaza fuerte, bien guarnecida y pertrechada, resistió el asedio de los españoles, que finalmente desasistidos de sus aliados austriacos hubieron de firmar un armisticio y en junio de 1727 cesaron las hostilidades. En 1779 se inicia el tercer sitio, aprovechando la circunstancia propicia de la Guerra de la Independencia de las colonias inglesas de América del Norte, que es el más importante y en cuya dura campaña se destacaron militarmente el almirante español Antonio Barceló y el general inglés Sir Georges Augusto Elliot, defensor de la Plaza. Al parecer impidió su reconquista, desmoralizando al duque de Grillon que renunció a proseguir, una especie de proyectiles incendiarios lanzaros por los ingleses que dañaban grandemente nuestra artillería. Terminó el asedio en 1783.

Reclamaciones diplomáticas            

En cuanto a los pasos diplomáticos que se han dado puede escribirse un libro; mejor dicho, escrito está. Este libro se titula “Libro Rojo”, y es la réplica que el Ministerio de Asuntos Exteriores español da al libro “Libro Blanco” británico. En él se formulan todos los eventos con Inglaterra desde que nos arrebató la tan controvertida provincia española; es una nutrida serie documental de incesante lucha contra abusos ingleses, que evidentemente no cabe manifestar aquí in integrum, mas expondré unas claves suficientes. 

Digamos que “en el siglo XIX la ansiedad británica por hacer a Gibraltar militarmente más seguro cada día, se refleja en el deseo de ampliar el área geográfica de la Fortaleza por mar y tierra”. El 1898 protesta contra el hecho de que España lleve a efecto su proyecto de artillar sus costas del Estrecho temiendo un desembarco de los Estados Unidos. Contrastando con tal imposición, el Gobierno de Gladstone había decidido el refuerzo militar de Gibraltar frente a España. Se llegó a sostener por un miembro de aquella Comisión –señor Bowles- en la Cámara de los Comunes que “la adecuada defensa de Gibraltar exigiría la ocupación militar de un trozo de territorio español vecino a la Fortaleza”. No nos extrañemos que, con menor seriedad si cabe, Stalin ofreció a Churchill “el trozo de territorio vecino ocupado por Franco”. Con la misma lógica podía haber ofrecido a España la isla de Inglaterra que en extensión –metrópoli- es menos de la tercera parte de España; la mentalidad del zar rojo, hecho a grandes extensiones territoriales, desbarraba.

Y pues nada puede sorprendernos respecto a la mangoneante Albión, hemos de comprender que fracasaran antes del Tratado de Utrecht, en los preliminares, la negociación de Felipe V para que, en el tratado secreto que intentaban hacer en Versalles, Inglaterra no llevase la compensación de dicha Plaza. De entonces a nuestros días se ha intentado su recuperación por la devolución pura y simple, la compra, la permuta por otras ventajas. Tras el tercer sitio el Gobierno de Londres ofreció la restitución –cierto que, como dejo expuesto, nuestro ejército al mando del general Álvarez de Sotomayor y una escuadra al del almirante Barceló, fracasó dado lo duro que había sido el asedio-, pero interrumpieron la negociación, pese a que por parte inglesa estaban los reveses sufridos en América. Lejos de ello, en la Paz de Versalles de 3 de septiembre de 1783 quedó ratificado el Tratado de Utrecht en aquella que se refería a Gibraltar. Luego hubo cuatro Acuerdos: Sevilla, de 1729; Aquisgrán, de 1748; París, de 1763, y Versalles, de 1783, que confirmaron, sin alteración, el status de la Plaza. 

Extensa e intensa ha sido la tarea diplomática desplegada desde 1940 contrarrestando arbitrariedades –incluida la del contrabando gibraltareño, al que llegó a proteger la marina inglesa- y reclamando nuestro territorio; recordemos la labor de los ministros Sr. Martín Artajo y Sr. Castiella, como asimismo el brillante papel de nuestros representantes en el exterior. El representante adjunto de España en las Naciones Unidas, don Jaime de Piniés, en su intervención del 11 de septiembre de 1963 señaló con toda claridad que España no sólo objetaba la amputación de un trozo… .

Bien, como este sangrante –únicamente puede cicatrizar la herida con la recuperación- tema se encuentra en plano de actualidad, es probable que vuelva a tratarle, entonces me ocuparé de presentar las últimas actividades en defensa de que Gibraltar vuelva a ser español. Lamentablemente no se ha esforzado en ello mucho, que digamos, la monarquía de Juan Carlos I y el bipartito sistema político dominante. Nada hizo al efecto la “amistad” de José María Aznar con Tony Blair y con George W Bush. Pacto de las Azores, pero ninguno para que España recuperase el Peñón.

Ahora habrá que decir, al menos, que se entere Isabel II y sus ministros –lo pueden ver también en Internet- que se cedió la plena y entera propiedad de la ciudad y castillo de Gibraltar, juntamente con su puerto, defensas y fortalezas que la pertenecen. Nada se estipuló de las aguas jurisdiccionales, no hay límites marítimos. De esto nunca quiso enterarse Inglaterra y es algo que motiva continuados conflictos. Ahora reaparecen, se reavivan.

MANUEL LÓPEZ PERALTA         

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